Pero sobretodo, la imagen del edificio debía perdurar en el tiempo, es decir, no pasar de moda. Con estas indicaciones, más nuestras propias observaciones sobre el terreno, el barrio, los reglamentos y otros factores, se realizó el proyecto.Lo primero que surgió fue su planta con forma de “bote”, la cual deriva de la alineación de su fachada principal con los ejes mayores que bordean el edificio, a saber, la Av. El Bosque Sur por el poniente y la Av. Tobalaba y el canal San Carlos por el sur. Redondeando el amplio ángulo entre ambas vías (148 grados), se eliminó el costado sur del edificio, convirtiéndolo en un alto vértice. Esta “proa” vertical marcaría simbólicamente el inicio de la zona donde comienza legalmente el área de oficinas en la avenida. La esquina norponiente también se curvó levemente, para acoger visualmente el mayor flujo de peatones que vendría desde la Avda. Apoquindo, donde pasa el Metro subterráneo. Las curvaturas de los extremos produjeron plazuelas exteriores en ambas esquinas de la cuadra.
Cabe considerar también que, hacia 1990, los vecinos hacia el oriente eran casas a la venta. Su impredecible volumetría futura hacía conveniente ocultar ese lado, por lo cual se planteó un largo volumen semi-adosado, según los reglamentos, de 3 niveles. Esto produjo un alto corredor entre éste y el “bote”, lo que hizo posibles dos accesos independientes en los extremos: uno para el Consorcio y otro para los pisos superiores. Estas entradas quedaban precedidas por las plazuelas antes mencionadas. Para separar funcionalmente ambas entradas sin perder la longitud, se dejó aquella del Consorcio a nivel suelo y la otra a nivel +1.
Ahora bien, en climas normales, el mayor problema térmico de los edificios de oficinas es su calentamiento, dado que unas 4 personas –más su equipamiento: lámparas, computadores y otros– generan calor equivalente a una estufa. Por lo mismo, el sistema de aire acondicionado incide decisivamente en el consumo y los costos de energía. En Santiago, el sobrecalentamiento aumenta excesivamente hacia el lado poniente entre octubre y marzo. A éste se agrega la reverberación del calor en el pavimento de las calles y veredas y, adicionalmente, están las molestias del encandilamiento.
Pues bien, la más larga fachada del edificio presentaba estos problemas, también presentes por el costado norte, aunque algo atenuadas. Enfrentamos los problemas de calor y encandilamiento utilizando lo más posible medios naturales, como vegetación y agua. En el antejardín se instaló un espejo de agua de 48 mts. de largo y 420 m2, con surtidores. Éste evita la reverberación y produce evaporación, reduciendo la temperatura. También se plantearon árboles para refrescar las veredas y sombrear al menos hasta el 3° nivel.
Los dos pisos superiores fueron protegidos del asoleamiento por una gran visera de 4,5 mts., que a la vez sirve de remate al edificio. La visera fue confeccionada con celosías que eliminan la radiación solar directa sobre los termopaneles (de 5,5 mts. de alto) durante la mayor parte del día. La insolación sobre los cristales sólo empieza después de las 17 horas, lo que permitía reducir la carga térmica de enfriamiento y reducir la capacidad instalada de climatización, con el ahorro energético consecuente durante la vida útil del edificio.
Cabe considerar también que, hacia 1990, los vecinos hacia el oriente eran casas a la venta. Su impredecible volumetría futura hacía conveniente ocultar ese lado, por lo cual se planteó un largo volumen semi-adosado, según los reglamentos, de 3 niveles. Esto produjo un alto corredor entre éste y el “bote”, lo que hizo posibles dos accesos independientes en los extremos: uno para el Consorcio y otro para los pisos superiores. Estas entradas quedaban precedidas por las plazuelas antes mencionadas. Para separar funcionalmente ambas entradas sin perder la longitud, se dejó aquella del Consorcio a nivel suelo y la otra a nivel +1.
Ahora bien, en climas normales, el mayor problema térmico de los edificios de oficinas es su calentamiento, dado que unas 4 personas –más su equipamiento: lámparas, computadores y otros– generan calor equivalente a una estufa. Por lo mismo, el sistema de aire acondicionado incide decisivamente en el consumo y los costos de energía. En Santiago, el sobrecalentamiento aumenta excesivamente hacia el lado poniente entre octubre y marzo. A éste se agrega la reverberación del calor en el pavimento de las calles y veredas y, adicionalmente, están las molestias del encandilamiento.
Pues bien, la más larga fachada del edificio presentaba estos problemas, también presentes por el costado norte, aunque algo atenuadas. Enfrentamos los problemas de calor y encandilamiento utilizando lo más posible medios naturales, como vegetación y agua. En el antejardín se instaló un espejo de agua de 48 mts. de largo y 420 m2, con surtidores. Éste evita la reverberación y produce evaporación, reduciendo la temperatura. También se plantearon árboles para refrescar las veredas y sombrear al menos hasta el 3° nivel.
Los dos pisos superiores fueron protegidos del asoleamiento por una gran visera de 4,5 mts., que a la vez sirve de remate al edificio. La visera fue confeccionada con celosías que eliminan la radiación solar directa sobre los termopaneles (de 5,5 mts. de alto) durante la mayor parte del día. La insolación sobre los cristales sólo empieza después de las 17 horas, lo que permitía reducir la carga térmica de enfriamiento y reducir la capacidad instalada de climatización, con el ahorro energético consecuente durante la vida útil del edificio.